jueves, julio 17, 2008

Los campos de la muerte

He aprovechado estos días de obligado reposo para ver algunas de las películas pendientes que había adquirido en Hong Kong, y vuelto a ver otras pocas, de esas que merecen una segunda (y tercera, y cuarta...) visualización. Una de ellas era The Killing Fields (Los gritos del silencio).

El film relata el encuentro y desencuentro del reportero, Sidney Schanberg, y su intérprete, Dith Pran, durante la guerra civil de Camboya. Tales hechos quedaron reflejados en la novela biográfica “La vida y muerte de Dith Pran” escrita por el propio Sidney, y llevada a la gran pantalla con el título The Killing Fields (Los gritos del silencio) en 1984. La película fue premiada con varios galardones, entre ellos, el de Oscar al mejor actor de reparto para Haing S.Ngor (uno de los dos únicos actores no profesionales de la historia que consiguieron tal galardón).

Sidney Schanberg, periodista de The New York Times, es enviado a Camboya como corresponsal de guerra para relatar los levantamientos del emergente partido comunista, el Khmer Rouge (los jemeres rojos) y sus simpatizantes, contra el autoproclamado presidente de la República de Camboya, Lon Nol. Lo que en principio se trata de una insurgencia, toma tintes de guerra civil.

En primera instancia, Camboya decidió mantenerse neutral durante la Guerra Americana de Vietnam, o Segunda Guerra de Indochina. La postura del príncipe Sihanouk de no alinearse con los americanos ni con los comunistas fue clara desde un principio, y se mantuvo constante a lo largo del conflicto. El entonces primer ministro, y ex-ministro de defensa, Lon Lot, desconfiaba del creciente poder del Partido Comunista Chino en Asia, apoyando al Viet Cong en la reunificación de Vietnam. Lon Lot temía que la influencia de China terminase por expandirse a otras regiones del sureste asiático, y en particular a Camboya. Es el conocido efecto dominó, la gran paranoia a la que tanto temían los conservadores americanos, y que les hicieron entrar en Vietnam, y años atrás en Korea en su primera lucha global contra el comunismo.

Lon Lot, en su posición de primer ministro, reprime con dureza al campesinado camboyano y a los vietnamitas residentes en Camboya. El Khmer Rouge canaliza la insatisfacción del pueblo y se hace fuerte, contando con la simpatía popular y el apoyo del PAVN (El Ejército del Pueblo de Vietnam) y el NLF (Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur), también conocido peroyativamente como Viet Cong. El príncipe Sihanouk, temeroso del creciente poder de los jemeres rojos, se muetra a favor de la interveción de los EEUU, para librarse principalmente del PAVN y el NLF, dando luz verde al bombardeo de los santuarios vietnamitas en las regiones fronterizas con Camboya.

De esta manera Estados Unidos, que nunca llegó a formalizar una declaración de guerra contra Camboya, se ve inmerso en el conflicto. Hasta 1973, finalizada la Guerra Americana de Vietnam, no se sabría nada de estos bombardeos clandestinos (Operation Menu). El Viet Cong también prefirió guardar silencio, temiendo la reacción de la comunidad internacional por la invasión de la neutral Camboya.

Posteriormente, durante un viaje del príncipe Sihanouk a Francia, Lon Lot consigue el apoyo la Asamblea Nacional para derrocar al príncipe. A su vez, la asamblea lo ratifica en su posición de primer ministro otorgándole totales poderes. Desde Beijing el príncipe rompe su supuesta neutralidad manifestando públicamente su apoyo al Khmer Rouge.

Poster original de The Killing Fields (Los gritos del silencio)

La película comienza con Sidney llegando malhumoreado al aeropuerto de Phnom Penh con un retraso de 3 horas. Su ayudante e intérprete, Dith Pran, le informa que la ciudad límitrofe de Neak Leung ha sido bombardea por una flota de aviones americanos, las bajas y heridos se cuentan por centenares. Los eventos tienen lugar en el año 1973.

Pasados dos años, los jemeres rojos cercan Phnom Penh. La caída de la República es inminente. Las potencias occidentales comienzan a evacuar a sus compatriotas. Sidney y Dith, junto con otro grupo de periodistas, deciden quedarse.

Ambos son testigos de la entrada triunfal de los jemeres rojos en Phonm Penh y la caída del saliente gobierno. El ambiente es hostil incluso para los extranjeros, que ven muy limitadas sus libertades. Las habilidades negociadoras de Dith les salvan el cuello en más de una ocasión. A su vez, la continua escalada de violencia incita a miles de locales a buscar refugio en la frontera con la vecina Tailandia. Comienza el éxodo camboyano.

Los extranjeros, en contra, deciden refugiarse en la embajada francesa esperando una pronta evacuación que no llega. El nuevo gobierno jemer sólo permite la salida de extranjeros, los desafortunados lugareños deben quedarse para participar del dolor de la guerra, sólo a ellos les está reservado tal privilegio.

Así Dith Pran, se ve recluido, al igual que cientos, miles y millones de camboyanos, a los campos de trabajo. Gente trabajando en condiciones similares a la esclavitud, sino peores, en eterno estado de hambruna (escalofriante la escena en que Pran recoge una lagartija del lodo para comérsela).

Los delirios del genocida Pol Pot y sus jemeres rojos, los verdaderos nazis de Asia tal como los describiría años después Sidney en una entrevista para El Mundo, le llevaron a instaurar un nuevo orden social. La civilización había terminado y era preciso crear algo nuevo. A partir de entonces, las agujas del reloj de la historia se superponían y comenzaba un nuevo periodo, estábamos en el año cero y todo lo anterior, todo lo contaminado por el pasado, debía ser destruido. La excelencia era pecado y los niños, los no corrompidos por lo antiguo, implementaban sin piedad el dogma del partido.

Todo aquel que conociese un idioma extranjero, debía ser exterminado. Todo aquel que tuviese estudios, no podía seguir viviendo. La síntesis de su doctrina rezaba: “Manteneros no supone ningún beneficio, destruiros no es una pérdida”. Aquellos que confesaban haber sido médicos, profesores, o periodistas; aquellos que promulgaban cualquier saber de tipo humano, científico o intelectual; aquellos, en definitiva, ilustrados que vienen a ser bien considerados en el resto de sociedades, eran públicamente perdonados, y a continuación, enviados sigilosamente y a escondidas a los campos de la muerte, campos de exterminio donde los cadáveres se contaban por millares. El término killing fields fue acuñado precisamente por Dith Pran.

A su regreso a los EEUU Sidney, condecorado en 1976 con el premio Pulitzer de Periodismo Internacional por su cobertura de la guerra de Camboya, vive sólo para encontrar a su amigo Dith. Sin embargo, la duda de algunos de sus viejos colegas en Camboya pesa sobre él. Lo culpan de haber retenido a Dith en su propio beneficio. Sidney es una persona desdibujada, atormentada por los recuerdos que lo atrapan en el pasado. Un muerto en vida aferrado a una esperanza que cada día que pasa se desvanece más y más.

Aunque si bien parece corto, el peregrinaje de Dith desde una muerte segura hasta la frontera con Tailandia, le llevó un total de 4 años. En 1979, con el gobierno camboyano apunto de ser derrocado por el joven estado de la República Socialista de Vietnam, Dith recupera su libertad, llegando a uno de los numerosos puestos de la Cruz Roja desplegados a lo largo de la frontera tailandesa.

Sidney, al conocer la noticia, se desplaza hasta allí de inmediato. Al reencontrarse con su viejo amigo le pregunta:

  • “Dith ¿me perdonas?”

  • “No hay nada que perdonar, Sidney, nada que perdonar”

Los dos amigos se funden en un abrazo infinito mientras el tema “Imagine” de John Lenon suena de fondo.

Dith Pran falleció el 30 de marzo de 2008, debido a un avanzado cáncer de páncreas. Su figura, y la del actor Haing S.Ngor, que lo encarnó magistralmente en la premiada película, ayudaron a tomar consciencia de los horrores de la guerra civil camboyana en todo el mundo. Se estima que entre 1 millón y 2 millones de personas murieron durante la guerra y posteriormente en los campos de la muerte. Un 25% de la población total del país.

miércoles, julio 09, 2008

Cine y cocina

El lenguaje del cine suele adoptar distintas formas para contar historias. De entre muchas de ellas, una muy frecuente en el cine asiático es la de expresar las relaciones y los sentimientos entre las personas a través de la cocina.

Una de mis películas favoritas, del cine en general, pertenece a este peculiar género. Se trata de Tampopo del director japonés Juzo Itami, fallecido prematuramente hace poco más de una década.

Tampopo narra la particular historia de la chef de un restaurante de ramen de carretera. Con un negocio acosado por la yakuza he ido a menos, un buen día dos camioneros, expertos degustadores de ramen, paran fortuítamente en su restaurante a tomar un bol de fideos japoneses.

Ambos comensales, encarnados por Tsutomu Yamazaki y un jovencísimo Ken Watanabe, se ven envueltos en una pelea con el grupo de gángsters que suele acechar el local. Su desinteresada ayuda no es excusa para expresar una dura crítica sobre las capacidades de la cocinera y la correcta preparación del ramen.

Como si de un inexperto alumno se tratase, Tampopo suplica a los sabios maestros de ramen que por favor la ayuden a mejorar sus cualidades hasta alcanzar el ramen perfecto. La secuencia recuerda a las míticas escenas de las películas chinas de los años 70 en las que el joven practicante de kung-fu ruega al maestro que lo entrene. A medida que el tiempo pasa, la relación maestro / alumno se va intensificando y al grupo se irán añadiendo otros expertos cocineros que ayudarán a Tampopo a convertir su mugriento restaurante en el mejor restaurante de ramen de Tokyo.

Simultáneamente, la línea principal de la película se entrecruza con otras pequeñas historias, todas ellas enlazadas por un vínculo común: la cocina y el arte del buen comer. Cada pequeña historia es además una sátira sobre algún aspecto de la forma de ser japonesa. Tenemos la historia de la madre enferma que prepara su última cena a su familia antes de fallecer, la del novato que se atreve a hacer gala de sus conocimientos de cocina francesa en una reunión de empresa, la de las chicas comiendo spaghettis en un clase de modales culinarios (y que retrata la falta de confianza que tienen los japoneses en si mismos)

Tampopo, de Juzo Itami (1984)

Una de las mejores críticas cinematográficas que leí sobre Tampopo definía la película, no como un spaghetti-western, sino como un western-spaghetti. La destreza de Itami, uno de los grandes del cine japonés moderno, a la cámara es capaz de llevar la épica de un duelo al amanecer en el desierto a las ollas y trastos de una pequeña cocina japonesa. La película ha sido deliberadamente rodada como un western, tomando los films Raíces profundas y Los 7 magníficos (adaptación de Los 7 Samurai de Kurosawa) como referencias.

El éxito mundial que cosechó Tampopo, sin duda ayudó a popularizar los ramen en Occidente. Son muchos los turistas llegados a Japón, y conocedores del film, que no pierden la oportunidad de sentarse en un tradicional yatai para degustar un buen bol de ramen caliente, casi hirviendo.



Servando y yo sentados a la barra de un restaurante japonés en Atami, degustando un merecido ramen

Curiosamente, el mejor ramen que he probado hasta ahora ha sido en Hong Kong, en el restaurante Yokozuna, en Yau Ma Tei. Se trata de un pequeño restaurante especializado en ramen. El chef es japonés, y cuenta con un cómodo banco en plena calle, banco que normalmente está ocupado por una clientela acostumbrada a esperar entre 15-30 min para saborear los excelentes fideos que prepara el habilidoso itamae. Además de ramen se pueden degustar otros pequeños entrantes, como onigiri o pulpo. El té que sirven junto con la comida también es excelente: té verde japonés con arroz tostado. Los precios son relativamente económicos, alrededor de 45 HKD el bol. A priori puede parecer caro, pero un sólo bol es suficiente para quedarse más que lleno.


Kyushu ramen, mi favorito

En frente de Yokozuna, en Yau Ma Tei (2006)

Dejando a un lado la cocina japonesa, y volviendo al tema del cine y la cocina, hace pocos días tuve oportunidad de descubrir la que es, para mí, una de las mejores películas de Ang Lee hasta la fecha, Eat drink man woman (Comer beber amar). Se trata de una película de mediados de los 90 ambientada en su Taiwan natal. El título del film hace referencia a un proverbio chino, que expresa los 4 placeres básicos de todas las personas. Dentro de la cultura china existe una categoría de proverbios, conocidos como chengyu, que se caracterizan por constar de 4 hanzis, que suelen equivaler a 4 palabras, y expresan una idea simple, aunque a veces el significado de los chengyu puede llegar a parecer inescrutable.

Chu, un experto chef retirado, todavía respetado aunque venido a menos, vive junto con sus tres jóvenes hijas. Cada una de ellas representa una virtud y un defecto: la mayor, el cuidado a los ancestros y el desamor; la mediana, la fraternidad familiar y la ambición; la pequeña, la inocencia y el engaño. La vida de cada miembro de la familia se irá viendo condicionada por su relación con el núcleo familiar y los eventos que acontecen en sus vidas personales. La cena diaria, alrededor de la mesa, actuará como elemento vertebrador de cada una de las historias individuales de los distintos miembros de la familia. Cada uno de éstos se caracterizará por anunciar sus decisiones personales, repentinas y fatídicas todas ellas, durante la cena. Se trata de un divertida tragicomedia en torno al amor, la familia, el desamor, y la comida.

Comer, beber, amar de Ang Lee (1994)

En China, la mesa es el elemento fundamental de reunión familiar. La propia cocina China, desmenuzada y servida en pequeños platos de los que se sirven, no ellos mismos sino a los demás, los distintos comensales, parece pensada para profundizar en las relaciones personales y celebrar la alegría de la reunión. La misma mesa, de disposición redonda, se encarga de distribuir equitativamente la distancia entre cada comensal y el resto. No es de extrañar, por tanto, la relevancia que tiene el arte del buen comer como vehículo para consolidar y construir relaciones personales, y a veces, incluso afectivas.

Al igual que Tampopo, no dudéis en ver Eat drink man woman (Comer beber amar ) si tenéis oportunidad. Buen provecho! Itadakimasu! Sek fan!